Sueños…
Sueños de ensueño…
No es que no tenga qué escribir cuando de sueños se trata.
Simplemente me cuesta hilvanarlos, ponerle nombre, etiqueta, "precio"… acomodarlos en la góndola, pasarle la franela y sacarles brillo.
Es que viven suspendidos y cuando quiero agarrarlos para peinarlos un poco y estirarles la ropa, les da tremenda rabieta; sacuden con fuerza todo su cuerpecillo y se escapan de mis manos “adultas”.
Hoy vuelan alto y más que antes incluso cuando venían a jugar con aquella niña fantasiosa y su pandilla imaginaria.
Entonces flotan y se contornean delante de mí, tentándome, provocándome… y me guiñan un ojo y me sacan la lengua y se tocan.
A veces se sacan la ropa y me invitan a desnudarme. Otras me convidan con un mate.
Por momentos mueven la cabeza de lado a lado, negándome un mimo y yo no puedo con ellos porque estoy sumergida en una maratón de sonsos y esclavos.
Y a veces sí puedo y corro hasta la orilla de un lago perpetuo y mientras mastico tiernos hinojos, los miro agitada y me río de mí. Y prometo no volver a la carrera sin meta.
Otras simplemente los miro dormir y les acaricio la mejilla y se desperezan y respiran profundamente y se entregan.
Escalo hacia ellos escribiendo… cada letra, cada frase, cada centímetro de tinta derrumbado en mis páginas es una liana de luz por la que puedo trepar y abrazarlos; y así ya no se escapan, se quedan y por segundos se me hacen carne y somos uno.
A veces nos enojamos y les reprocho que sean etéreos y vayan tan lejos.
Otras ellos fruncen el seño si me ven atorada al suelo y me tironean, jalándome los brazos hasta que doy un salto.
Hoy, apenas puedo dibujar garabatos en el margen de la hoja del destino y los miro de lejos con la certeza de volver a tomar unas copas con ellos, juntos, un día de estos, dentro de poco; por su parte, me añoran con fuerza y entusiasmo y velan de lejos mis lamentos pasajeros.