lunes, 29 de marzo de 2010

Como hinojo al borde de la vía...

Sueños…
Sueños de ensueño…

No es que no tenga qué escribir cuando de sueños se trata.
Simplemente me cuesta hilvanarlos, ponerle nombre, etiqueta, "precio"… acomodarlos en la góndola, pasarle la franela y sacarles brillo.
Es que viven suspendidos y cuando quiero agarrarlos para peinarlos un poco y estirarles la ropa, les da tremenda rabieta; sacuden con fuerza todo su cuerpecillo y se escapan de mis manos “adultas”.
Hoy vuelan alto y más que antes incluso cuando venían a jugar con aquella niña fantasiosa y su pandilla imaginaria.
Entonces flotan y se contornean delante de mí, tentándome, provocándome… y me guiñan un ojo y me sacan la lengua y se tocan.
A veces se sacan la ropa y me invitan a desnudarme. Otras me convidan con un mate.
Por momentos mueven la cabeza de lado a lado, negándome un mimo y yo no puedo con ellos porque estoy sumergida en una maratón de sonsos y esclavos.
Y a veces sí puedo y corro hasta la orilla de un lago perpetuo y mientras mastico tiernos hinojos, los miro agitada y me río de mí. Y prometo no volver a la carrera sin meta.
Otras simplemente los miro dormir y les acaricio la mejilla y se desperezan y respiran profundamente y se entregan.
Escalo hacia ellos escribiendo… cada letra, cada frase, cada centímetro de tinta derrumbado en mis páginas es una liana de luz por la que puedo trepar y abrazarlos; y así ya no se escapan, se quedan y por segundos se me hacen carne y somos uno.
A veces nos enojamos y les reprocho que sean etéreos y vayan tan lejos.
Otras ellos fruncen el seño si me ven atorada al suelo y me tironean, jalándome los brazos hasta que doy un salto.
Hoy, apenas puedo dibujar garabatos en el margen de la hoja del destino y los miro de lejos con la certeza de volver a tomar unas copas con ellos, juntos, un día de estos, dentro de poco; por su parte, me añoran con fuerza y entusiasmo y velan de lejos mis lamentos pasajeros.